domingo, 4 de noviembre de 2007

El hijo del sueño



Un hijo! tú sabes, tú sientes qué es eso;
ver nacer la vida del fondo de un beso
por un inefable milagro de amor.
Un beso que llene la cuna vacía
y que ingenuamente nos mire y sonría,
un beso hecho flor!
Un hijo! un fragante, fuerte y dulce lazo,
me parece verlo sobre tu regazo palpitando ya;
y miro moverse con pueril empeño
las pequeñas manos de nuestro pequeño,
como si quisiera sujetar un sueño
que llega y se va.

En el agua fresca de nuestras ternuras
mojará las alas de sus travesuras
como una paloma que aprende a volar,
y será violento, loco y peregrino,
y amará igualmente la mujer y el vino
y el cielo y el mar;
con la sed amarga de la adolescencia
beberá en la fuente turbia de la ciencia
mi tierno cantor!
Irá por el mundo con su lira al hombro
dejando un reguero de rosas de asombro
y un áureo fulgor.
Cruzará al galope la árida llanura
pálido de ensueño, loco de aventura
y ebrio de ideal.

Y en su desvarío de viajes remotos
volverá algún día co los remos rotos,
trayendo en los labios un sabor de sal.
Caminante absurdo, de caminos muertos
pasará su sombra sobre los desiertos
en una infinita peregrinación,
y su alucinada pupila inconforme
verá en su destino gravada
una enorme interrogación.

Pero será inútil su tenaz andanza
persiguiendo un sueño que jamás se alcanza.
Y ha de ser así, pues no hallará nunca, como yo,
la meta de todas sus ansias de hombre y poeta,
porque en las mujeres de su vida inquieta
no hallará ninguna parecida a ti.
Que tu eres la rosa de una sola vida,
la rosa que nadie verá repetida
porque al deshojarse secará el rosal.
Y como en el mundo ya no habrá una rosa,
él irá en su búsqueda infructuosa
en pos de una igual...


José A. Buesa

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